Dice el Coronel Pedro Baños que, si no nos damos cuenta de que nos están lavando el cerebro, es que ya lo han conseguido. Y, a la vista está, con la inmensa mayoría lo han conseguido.

Salvo en unos pocos países que las élites han declarado “laboratorio de experimentación”, como Austria, Italia y Australia, en muchos otros, incluido el nuestro, empiezan a oírse señales del fin de la plandemia

Que nadie piense que esto es el fin del problema

Como en las antiguas novelas por entregas, esto es sólo el fin de un capítulo. El final previsto de la novela sólo llegará cuando las élites hayan constituido el Gobierno Mundial y tengan a toda la humanidad -a la que dejen viva, que no será mucha, como declaran las “Piedras de Georgia”-(1), convertida en autómatas biológicos perfectamente controlados.

La plandemia no es más que un “ensayo general con todo”, para ver la tragadera de la población. Y en este sentido ha sido un rotundo éxito.

El plan ya viene de antiguo, y para terminar le faltan unos pocos episodios, que incluyen, con absoluta seguridad, la farsa del cambio climático antropogénico, una guerra a gran escala y un crac económico, y muy probablemente, un gran apagón y un ataque OVNI simulado, el proyecto “Blue beam” (2).

Quien no los crea capaces de todo esto, y mucho más, es que ignora que el ataque del 11-S lo planificó la CIA, el 11-M la OTAN, que la inmensa mayoría de las drogas ilegales viajan en aviones militares, y que todas las guerras y crisis fueron planificadas por “ellos”. El dinero que permitió al ejército bolchevique derrotar al zar, y el que permitió a Hitler alcanzar el poder y rearmar Alemania, salió, paradójicamente (para quien no sepa cómo funciona el mundo) de los mismos bancos anglosajones, de los que hoy son herederos Blackrock y Vanguard.

Con el cambio climático antropogénico llevan muchos años sorbiéndonos el seso. Pero nadie nos explica que hace 2.000 años (en tiempos del Imperio Romano) el clima era más cálido que ahora, y que en los siglos XII y XIII fue aún más cálido, en lo que se conoce como el “optimo climático” (3) (nótese que dice “óptimo”, no “pésimo”), en que Groenlandia estaba habitada y daba cosechas (¡menudo problema!) y el nivel de los mares no era sustancialmente diferente del actual. En ninguno de ambos casos el ser humano producía el “peligrosísimo” CO2. Tampoco nos cuentan que “la Pequeña edad del hielo” (siglos XIV al XIX) coincidió con el que en astronomía se conoce como “el mínimo de Maunder” (4), es decir, un periodo en el que nuestro Sol casi no producía tormentas solares, que indican su mayor actividad. Es decir, que el clima de la Tierra lo determina el Sol (¡qué novedad!), y el ser humano aspira, como máximo, a modificarlo a nivel local y muy pequeña escala, mediante geo-ingeniería. Es decir, que todos los esfuerzos que nos van a exigir para “salvarnos” del calentamiento, sólo servirán para empobrecernos y controlarnos. 

La guerra la llevan urdiendo varios años. Ucrania es el punto caliente. Allí ya van siendo asesinados unos 13.000 ciudadanos de origen ruso, para provocar a Putin. Aunque pocos lo saben, en 1939, en Polonia se asesinaban y deportaban ciudadanos de origen alemán para provocar a Hitler, con el resultado que conocemos. La historia se repite.

Las dos guerras mundiales fueron la excusa para triturar millones de personas y crear el embrión del Gobierno Mundial (La Sociedad de Naciones, primero, y la ONU, después).

Cualquier problema “global” lo organizan “ellos” como excusa para que nosotros mismos les pidamos una solución global –El gobierno mundial-. El ya viejo sistema de Problema-reacción-solución (5)

Y mientras no lo veamos, seguiremos picando el anzuelo. Por fortuna, la plandemia ha sido una farsa tan descarada, que un porcentaje, aunque pequeño, significativo, ha despertado, y va a ser muy difícil que nos vuelvan a engañar tan fácilmente.

Los tambores redoblan y ahora empieza lo más interesante. Ajústense los cinturones.